¿Existe una regla de oro para realizar un cambio de hábito en la adicción del tabaco?

Con las adicciones no hay nada escrito; son fenómenos multifactoriales en su manera de causarse, pero no por eso podemos quedarnos con los brazos cruzados. Si un porcentaje de personas logra quitarse un mal hábito, la pregunta se dirige a qué de todo aquello que han probado, ha sido lo verdaderamente útil.

Cualquier hábito tiene tres componentes:

  1. Una señal o clave disparadora (el gatillo que desencadena una respuesta automática)
  2. Una rutina (que es la conducta misma)
  3. Una recompensa (que es la forma como nuestro cerebro aprende a recordar este patrón para el futuro)

La Regla de Oro en el cambio de hábitos nos dice que la manera más efectiva para cambiar un hábito es ante todo diagnosticar y retener la señal y la recompensa, y únicamente tratar la rutina.

Existe una fase en el cambio de hábitos que trabajamos sobre la “Conciencia de sus motivaciones” y es de llamar la atención como mucha gente pocas veces se ha puesto a pensar en qué lo llevo en una primera instancia a adquirir el hábito: ¿Fue por imitación de los demás, por buscar aceptación en los otros, para calmar ansiedad o tristeza, para olvidarse de algo traumático? La mayor parte de las personas lleva tanto tiempo fumando que han dejado de poner atención a esta parte. Igual de complejo, pero a veces más difícil de identificar puede ser identificar la gratificación que el hábito produce. El circuito de la gratificación que se activa a través de la dopamina, es suficientemente poderoso como para perpetuar el hábito. En el caso del cigarro la pregunta que conviene hacerse es:

¿Fumas porque te encanta la nicotina, porque te funciona como una gran estimulante, porque estructura tu día, o es una forma de socializar?
Se cree que en el caso del tabaco, los tratamientos tienen que ir encaminados a identificar las señales disparadoras, la recompensa que esto trae, pero de forma muy significativa el cambio de rutinas.

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