Tanto el final del año así como su inicio se hallan marcados por una serie de eventos que se repiten vez tras vez y que si lo pensamos, apelan a la naturaleza cíclica del ser humano. Son época llenas de lugares comunes y que si les prestamos atención, no hay época en que ninguno de estos fenómenos dejen de sucederse.
Pongamos algunos ejemplos: En nuestro medio “El puente Guadalupe-Reyes” es ya una tradición bien conocida que a nadie de nuestro entorno le cuesta trabajo comprender. La celebración de la navidad con sus diversas formas de vivenciarse; las felicitaciones gastadas que a fuerza de tanto repetirse, a menudo pueden parecer huecas, y si de año nuevo se trata, la incesante necesidad de imponernos los tan mentados “Propósitos de Año Nuevo”.

Si bien somos parcialmente conscientes de la repetitividad de estos fenómenos, ¿Sabemos acaso algo más de por qué se suceden y cuál es su origen?

La ciclicidad del tiempo es una noción derivada desde muy antiguo en la humanidad como resultado de la observación de los fenómenos naturales, pero sobre todo, de la observación de los ciclos solares (en su manifestación más básica, como la rotación de la tierra sobre su mismo eje que nos da a los humanos la vivencia de día y de la noche, hasta la más general, la de la traslación que nos regala las estaciones y al completarse estas, los años) De esta forma la propia ciclicidad de la naturaleza, determina en los seres humanos, nuestra propia naturaleza cíclica. Y así, lo queramos o no, seamos conscientes de ello o no, el desarrollo de nuestra vida se encuentra íntima e irremediablemente ligada a la naturaleza cósmica. Derivada de la presencia de luz y de la noche, vivimos en lo que en biología se conoce como “Ritmo circadiano”. Este es el término utilizado para describir los eventos que ocurren en un periodo de 24 horas.
Circadiano proviene de las palabras latinas “circa” y “dies”, esto es “cercano a un día”. Dicho de otra manera, el ritmo circadiano es nuestro reloj biológico; nos sincroniza con el ciclo luz/oscuridad que ocurre con cada rotación de la tierra. Todos los organismos siguen ritmos circadianos y a su vez los ritmos circadianos regulan los procesos biológicos de todos los organismos (temperatura corporal, liberación de hormonas, presión arterial, metabolismo, ciclo sueño-vigilia, entre otros) Otro tipo de ritmos, más complejos y derivados sintonizados también con la naturaleza son los ciclos menstruales.

Si bien es claro que la naturaleza nos marca la pauta de las diferentes épocas, también es claro que por nuestra parte, los seres humanos llevamos a cabo toda una serie de actos con los cuales acompañamos esos ciclos de la naturaleza. Es el caso de los propósitos del año nuevo. A pesar del hecho conocido de que dichos propósitos muy raramente se mantienen a lo largo del año, es importante reconocer que el objetivo del propósito no es que se cumpla como tal, sino su objetivo es él mismo; representan una guía o veleta que nos marca la pauta o el camino a seguir. Es una forma de contender con la incertidumbre como una emoción insoportable para la mayoría de los seres humanos.

Despertamos con la luz del sol y conforme el día avanza, sorprende la diversidad de matices lumínicos y de temperatura que un solo día despliega. No pasamos del día a la noche de golpe, sino a través de una serie de gradaciones que nos regalan multitud de experiencias. En el transcurso del día se evidencia ante nuestros ojos la trascendencia, simplicidad y alternancia del ciclo solar, a la vez que constatamos cómo la naturaleza tiene un funcionamiento continuo, sin sobresaltos, en el que el valor de todas las variables (temperatura, presión, deriva magnética, carga eléctrica, humedad…) cambian gracias a incrementos infinitesimales progresivos.

Con el ciclo diario es sencillo, es suficientemente rápido como para vivenciarlo y notar sus variaciones en tiempo real no obstante, con ciclos más largos (semanal, lunar, las estaciones, el ciclo anual, 9 años) el tema ya se complica y perdemos consciencia de su ritmo, estado actual o función directora.

Estos ciclos, por tener un ritmo más pausado, escapan en muchas ocasiones a nuestra percepción aunque para nosotros, resulten evidentes algunas de sus fases: la intermitencia mensual de la luna llena, la menstruación a nivel corporal, las vacaciones de verano, los fines de semana… etc. Sin embargo, todas esas variaciones que se producen durante los ciclos largos, no son tan perceptibles para el ser humano si bien, ahí radica el contrasentido, son precisamente estos ritmos largos los que nos dan la clave para comprender nuestra naturaleza cíclica gobernada entendida como sucesión de oscilaciones yin-yang-yin-yang o bien vida-muerte-vida-muerte, etc.

El tiempo cíclico se refiere a la primera noción de tiempo desarrollada en la historia del humano. El ser humano- sometido a leyes naturales- imaginó el tiempo en función de esto; es decir, las estaciones del año, los tiempos de grandes sequías y lluvias, etc. Fueron principalmente las culturas orientales las que desarrollaron la filosofía del tiempo cíclico, aunque, por otro lado, las culturas occidentales la ampliaron y profundizaron. En las culturas americanas también hay referencias sobre una concepción circular del tiempo; y en general también todas las culturas politeístas están relacionadas con esta filosofía.

El tiempo cíclico en los pueblos nómadas y primeras civilizaciones resulta de una profunda interacción entre naturaleza y hombre hasta el punto de determinar la idea de totalidad. Para Debord: El tiempo cíclico domina ya en la experiencia de los pueblos nómadas, porque se reencuentran ante las mismas condiciones en cada momento de su travesía. Hegel en tanto señala que la errancia de los nómadas es solamente formal, puesto que se limita a espacios uniformes. Se alimentó en el largo espacio de esta concepción de tiempo la idea del eterno retorno donde hasta el mismo espíritu vuelve a empezar. En la primera circularidad aparece un tiempo mítico que se caracteriza por la ausencia de valor de la temporalidad. Esto fue una característica permanente en los primeros pueblos; siglos después es cuando aparecería una estructuración mayor; elemento rupturista clave fue el surgimiento de la agricultura y el misticismo. Bajo esos misterios, la naturaleza es sacralizada y esto da paso a mitos fundacionales que dan paso a las primeras grandes culturas. Los egipcios y los mayas culminaron con una historia marcada por los tiempos de la naturaleza y la fantasía. En esto resulta vital el calendario.

Escrito por: Dr. Aldo Suárez Mendoza